Derivados financieros: cómo cubrir tu cartera ante riesgos en divisas y acciones

Los derivados financieros son contratos cuyo valor depende del precio de otro activo, como una acción, divisa, índice de la bolsa o cualquier otro tipo de bien. Su principal función es la protección frente a riesgos.

Escuchar el concepto “derivados financieros” puede sonar a complejidad, incluso a especulación. La realidad es bien distinta: los derivados pueden llegar a ser productos muy útiles para proteger la cartera de inversión de aquellos riesgos de mercado como el de la divisa o el de la volatilidad propia de la bolsa. Vamos a ver cómo se utilizan.

Los derivados financieros más conocidos son los futuros (contratos para comprar o vender algo en una fecha futura a un precio acordado), las opciones (dan el derecho, pero no la obligación, de comprar o vender algo en el futuro a un precio determinado) y los swaps (contratos de permuta para intercambiar flujos de dinero en el futuro). Aunque se pueden utilizar con carácter especulativo, su principal ventaja es la protección.

Un caso muy típico es el uso de un derivado financiero en forma de futuro o ‘forward’ sobre la divisa. Esta herramienta le permite al inversor limitar o eliminar el riesgo por el movimiento que puedan tener las divisas en un periodo de tiempo equivalente a la inversión.

Protección con derivados frente al riesgo divisa

Un inversor decide comprar un bono corporativo denominado en dólares con un cupón del 6% y una duración de tres años. El hándicap es que es un inversor en euros y necesita cambiar esta divisa por la americana. En este punto se abren dos caminos posibles: comprar el bono sin protegerse de la posible fluctuación del euro/dólar o protegerse.

Si decide no protegerse y el euro en esos tres años sube frente al dólar, cuando el inversor reciba los beneficios brutos –ese 6% anual durante 3 años – ganará mucho menos. Dicho de otra forma, si a la hora de comprar el bono, cambió 100.000 euros por dólares cuando el dólar estaba a un 1,05, consiguió con el cambio 105.000 dólares. Sobre ellos recibió un cupón anual de 6.300 dólares. Al pasar tres años, el dólar cotizaba a 1,13. En total, tenía 123.900 dólares, pero al cambiarlo a euros consiguió 109.199 euros. La rentabilidad total, en lugar de ser del 18%, fue ligeramente superior al 9%.

Ahora bien, si ese mismo inversor compra un derivado financiero en forma de futuro sobre la divisa y fijar el tipo de cambio, se garantiza poder reconvertir los dólares a euros a un tipo dado, que podría ser de 1,05 o 1,07. Evidentemente, la rentabilidad tampoco sería inferior al 18% por el coste de cobertura, que es variable, pero se minimiza el riesgo de divisa. 

La importancia del riesgo divisa

El ejemplo anterior dibuja cómo el riesgo divisa puede reducir un 50% de la rentabilidad esperada. Ocurre lo mismo al invertir en acciones que no coticen en la bolsa de una región con la misma moneda. Por eso, y sobre todo en determinadas estrategias de inversión, es más prudente buscar esa protección, mientras que en otras no tiene un impacto tan relevante.

El riesgo divisa es mayor cuando se trata de productos como la renta fija, que tienen una rentabilidad más reducida y predecible. Mientras, en el largo plazo para un inversor en bolsa puede impactar menos. Aunque igualmente, y según su perfil y estrategia, puede usar este tipo de derivados financieros para protegerse.

Por buscar un ejemplo muy real, este mismo año el euro/dólar ha pasado ha pasado de cotizar de niveles de 1.03 a 1.15. En este mismo periodo de tiempo, el índice S&P 500 cayó un 8%. Sin embargo, para el inversor en euros la pérdida real, que es la que suma la caída del selectivo con el cambio en la cotización de las divisas, fue superior al 16%.

¿Protegerse de las caídas en la bolsa con derivados?

Otra estrategia muy empleada como protección utilizando los derivados financieros son las famosas opciones financieras. Este tipo de contratos le permiten al inversor tener la posibilidad de comprar o de vender un activo determinado a un precio fijado previamente. Con un ejemplo sencillo se explica mejor el funcionamiento de estas opciones en la práctica:

En el caso de una inversora que tenga 100.000 euros en acciones de una compañía determinada, o de un índice, y crea que puede caer en los próximos meses, las opciones put pueden ser una buena estrategia. Esta inversora, en lugar de vender sus activos, porque tiene una estrategia de largo plazo, solo quiere protegerse de la potencial caída. Para esto, decide comprar una opción de venta, llamada put, que le da el derecho a vender el índice o la acción al precio inicial durante el próximo año.

Si el mercado efectivamente cae un 18 %, la opción gana valor porque el índice ha bajado y solo tiene que vender la opción put, pero no hace falta que venda su activo, continuando en su cartera con objetivo a largo plazo. En el caso de que el mercado no caiga, ella solamente perdería el precio pagado por la compra de la opción, que se denomina prima. Es decir, las opciones actúan como “seguros”.

Existen numerosos tipos de opciones financieras, aunque las dos más habituales son las put y las call, que actúan estas últimas de forma inversa a la mostrada en el ejemplo. La finalidad que tienen para los inversores  o para los gestores de carteras es, como hemos visto, la de dar esa protección a modo de seguro para limitar las pérdidas de mercado.

Un amplio universo

El mundo de los derivados financieros es muy amplio. Existen diferentes modalidades de opciones y de futuros, a los que se suman los swaps de divisas, los CDS (Credit Default Swaps), los warrants, los CFDs (Contratos por Diferencias) y hasta los derivados climáticos. Por tanto, aunque ofrecen posibilidades muy interesantes a los inversores, también requieren de un alto nivel de conocimiento para entender su funcionamiento, que puede resultar complejo.

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