Picasso en Suiza, la exposición más importante de Europa

3 min. lectura
BBVA en Suiza, Cultura, Qué visitar / 1 marzo, 2019
Picasso en Suiza, la exposición más importante de Europa

Cristina Albuja Operational Risk

Experiencias Únicas: más que arte

Experiencias Únicas: más que arte

¿Qué tienen en común El jardín de las delicias y el primer mundial de fútbol de 1930 celebrado en Uruguay? ¿Y qué relación tienen Las señoritas de Aviñón con los mármoles del Partenón que alberga el Museo Británico de Londres? Ahora con nuestras 'Experiencias Únicas' puede visitar los museos que acogen estas joyas de la mano de BBVA en Suiza.

“Cuando yo era pequeño mi madre me decía: si te haces soldado llegarás a general, si te haces cura, llegarás a ser Papa. En cambio, de todo eso decidí ser pintor y me convertí en Picasso“. Con esta frase, la Fundación Beyeler en Basilea, Suiza, abre la muestra más elaborada y costosa que ha albergado hasta hoy: El joven Picasso, la época azul y rosa“, que abarca el período de 1901 a 1906 del pintor malagueño.

Por primera vez en Europa se presentarán conjuntamente las obras maestras de esta importante fase en la vida del pintor.  Los cuadros de este tiempo son de los más hermosos y emotivos de la modernidad clásica, y muy probable nunca vuelvan a verse reunidos en un solo lugar. Cuatro años se han necesitado para que la Fundación Beyeler pueda recopilar en museos y en colecciones privadas -de Europa, Estados Unidos, Canadá, Rusia, China y Japón-los cerca de 80 lienzos y esculturas que estarán expuestos en el museo hasta el 26 de mayo de 2019.

El joven Picasso

Poco se puede apuntar que no se haya dicho ya de este artista temperamental, experimental y talentoso. Desde muy joven mostró y demostró a la sociedad del siglo XX todo lo que era capaz de crear su genio.

Lo diferente de esta muestra, sin embargo, radica en el acercamiento a la obra del joven Picasso que empieza a experimentar con los colores, las formas, las texturas; el pintor que busca su identidad. El Picasso en el que es fácilmente reconocible la influencia de los grandes artistas que va conociendo y reinventando en su estancia en Paris. Lienzos que recuerdan las pinceladas de Van Gogh, como el autorretrato “Yo Picasso“, elegido por el comisario de la exposición, Raphael Bouvier, para presidirla; cortesanas en los ambientes de Toulouse Lautrec; curvas, colores y motivos que se inspiran en Gauguin, pero siempre desde la mirada del joven de provincias español que se entregó a la pintura en Paris.

 

 

Es una época marcada por la pobreza, pero de una energía creativa única; la época azul destaca por la nostalgia y el dolor en sus cuadros que homenajean a su difunto amigo Carles Casagemas, artista atormentado que murió por el amor de una prostituta parisina, con quien luego Picasso tendría una relación: Germaine, inmortalizada en el cuadro “La vida” de 1903. Tiempo (1901-1904) en el que se acerca a la condición humana, con retratos de los marginales de la sociedad parisina de inicios de siglo XX, circunstancia que experimentó en los barrios pobres de la urbe.

Es el Paris oscuro, del que aprende y que va forjando al genio que años más tarde pintará el Guernica, testimonio del dolor y el horror de la guerra.

En contraparte, alrededor de 1905, ese mismo Picasso deja detrás aquella época de penalidades y poco reconocimiento y empieza a adentrarse en la época rosa, “como las mejillas de una dama”, así la definió su amigo el poeta francés Guillaume Apollinaire.

Ya establecido en Francia, empieza a perfilarse un artista más alegre, sus cuadros reflejan la esperanza, empiezan los juegos con las formas geométricas, con el estilismo de los cuerpos. Es la época de los malabaristas, acróbatas y arlequines, aunque siguen manteniendo ese toque melancólico de la etapa azul. De esta época es su visión propia y circense de la sagrada familia en el cuadroFamilia de acróbatas con mono“, un arlequín demacrado sentado junto a su esposa con su hijo. A la derecha de la mujer está el mono contemplando a la pareja. En este cuadro se percibe un dibujo elegante y armonioso, una atmósfera más serena, aunque los rostros siguen con cierta melancolía.

Y es precisamente en el modo de tratar los rostros y la composición de las figuras donde la obra recuerda obras maestras renacentistas como “La sagrada familia” de Rafael. Aquí empieza a perfilarse en el artista el descontento con la forma prestablecida para empezar a experimentar, a saltarse la norma y perfilar al genio de años posteriores.