La importancia de las emociones en el mundo de la inversión

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Actualidad de mercados, Inversión / 17 diciembre, 2019
La importancia de las emociones en el mundo de la inversión

Andrés Sevilla Arias Digital Sales Manager

¿Cómo nos afectan las emociones a la hora de invertir?

¿Cómo nos afectan las emociones a la hora de invertir?

Las emociones influyen definitivamente en nuestras decisiones. Es por lo tanto vital que analicemos cómo las emociones nos afectan a la hora de invertir, para que siguiendo los consejos de nuestro asesor y los indicadores favorables del mercado, alcancemos en el éxito en nuestra inversión.

Según las finanzas tradicionales las personas somos seres racionales, que tratamos de maximizar nuestra utilidad y tenemos información perfecta. Pero, ¿somos los humanos realmente así? La respuesta es rotundamente no. Los humanos a veces somos racionales pero otras veces nos guiamos por las emociones o buscamos atajos, dada nuestra incapacidad para procesar toda la información disponible.

No buscamos maximizar la utilidad sino que con encontrar la satisfacción a nuestro problema nos vale. Y no tomamos las decisiones con información perfecta, sino que las tomamos con la información que encontramos a nuestro alcance.

Hay muchos factores que nos hacen alejarnos de tomar la decisión racional. Las finanzas conductuales las resumen en dos: sesgos y atajos. Los sesgos son errores que cometemos de forma sistemática y son predecibles, por lo que podemos actuar contra ellos. Los atajos aparecen cuando somos incapaces de afrontar toda la información y buscamos la vía rápida.

Por ejemplo, uno de los sesgos más comunes es el sesgo de sobreconfianza. Si te preguntaran, ¿crees que eres mejor conductor que la media?, ¿qué dirías?

En una encuesta que se hizo en Estados Unidos salió que el 93% de los conductores se consideraba mejor que la media. Cuando lógicamente eso no es posible. Esto es debido a la sobreconfianza que tenemos en nosotros mismos.

En el mundo de la inversión también tenemos muchos sesgos que nos alejan de la decisión racional. Y en estos casos estamos arriesgando nuestro dinero, por lo que es muy importante ser lo más racional posible.

Consejos a la hora de tomar decisiones de inversión

Es importante a la hora de invertir pensar detenidamente y tener buenos argumentos para comprar o vender, y nunca dejarse llevar por la euforia o el miedo. Es por ello que es importante estar en manos profesionales y hacer una buena estrategia de asignación de activos para el largo plazo. Así todas las inversiones que hagamos estarán dentro de un plan previamente analizado. Lo conveniente es mantener el grueso de nuestra cartera en ideas estratégicas a largo plazo y así reducir al máximo la opinión y los sesgos no provocados.

En las inversiones tácticas de corto plazo, que suelen ser más dependientes de la opinión, es importante actuar contra los sesgos inconscientes. Existen algunos trucos qué podemos utilizar para evitar esos sesgos.

Además del sesgo de sobreconfianza, uno de los sesgos más comunes es el sesgo de confirmación, por el que tendemos a buscar información que corrobore nuestra opinión y tratamos de evitar la que va en contra de nuestra idea. Si anotamos todo lo malo que puede pasar con esa inversión, tendremos más claro cómo debemos actuar en cada situación y cuánto será el importe idóneo a invertir.

Otro de los sesgos más comunes es mantener en nuestra cartera, inversiones que no han salido como esperábamos y están en pérdidas. En gran cantidad de estudios se ha descubierto que a los humanos (de forma general) nos duele aproximadamente el doble una pérdida, que la alegría que nos da una ganancia del mismo tamaño. Esto se conoce como aversión a la pérdida.

Además, con las ganancias somos aversos al riesgo, pero con las pérdidas somos propensos al riesgo. Esto nos lleva a que en una inversión que está en pérdidas, por miedo a perder, arriesguemos todavía más, manteniéndola por largo tiempo hasta que recupere. Y en cambio, con las ganancias queremos asegurar y vender rápido para hacer real la ganancia que tenemos. Cuando en la mayoría de los casos lo más conveniente es actuar precisamente al revés. Mantener las buenas inversiones por largo plazo y cortar rápido las peores inversiones.

Uno de los consejos para saber si debemos vender la inversión que ha ido mal es imaginar que nuestro hijo o sobrino, mientras está jugando, presiona el botón de vender esa inversión. Si esto ocurriera, ¿volverías a comprar las acciones? Si la respuesta es no, tienes que vender.

Una inversión que hacemos es aquella que cada día volveríamos a comprar porque seguimos creyendo en ella. Una inversión que mantenemos solo porque nos duele realizar la pérdida, no parece una buena inversión.

Un pequeño caso práctico de comportamiento inversor

Imagina que por una conferencia que has ofrecido te van a pagar 1.000 euros. A la hora de cobrar te dan las siguientes opciones:

• En la primera se tira una moneda al aire: Si sale cara cobras 2.000 euros, pero si sale cruz no cobras absolutamente nada.
• En la segunda opción te pagan los 1.000 euros tal y como se había acordado.

¿Qué elegirías?

Ahora imagina que llegas a un hotel en el que te vas a hospedar y el personal de recepción te ofrece dos opciones para cobrarte:

• En la primera opción ofrece tirar una moneda al aire: Si sale cara pagas 2.000 euros, pero si sale cruz te alojas gratis.
• La segunda opción es pagar los 1.000 euros que cuesta la habitación.

¿Qué prefieres?

Nuestra naturaleza humana nos incita a escoger la opción segura para el cobro de la conferencia, pero a escoger tirar la moneda para pagar el hotel e intentar que nos salga gratis. Es decir, con una ganancia (cobro) queremos asegurar, pero con la pérdida (pago) preferimos aumentar el riesgo por si conseguimos que salga gratis (o no perder nada).

Lo racional sería escoger en ambos casos la misma opción. Es decir, o soy propenso al riesgo con mi dinero, o por el contrario soy averso al riesgo. En general los humanos somos aversos al riesgo (entendiendo el riesgo como una pérdida real). Y es por eso, que lo racional sería escoger siempre la opción de certidumbre. Sobre todo teniendo en cuenta que uno de nuestros sesgos cognitivos es la aversión a la pérdida.

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